Los regalos que nos quedamos a lo largo de nuestra vida y ni siquiera nos gustan
En muchas ocasiones me he sentido tentada a publicar algo de mí...quizás un paisaje que me gustaba, quizás una fotografía antigua que me había hecho viajar en el tiempo, quizás alguna frase que nos llega en el momento adecuado, quizás una canción…de esas canciones que en alguna etapa de nuestra vida nos abrazaron el alma.
Pero había algo que siempre me paraba, algo que siempre de manera imperativa, me paraba…Sin darme cuenta, había iniciado un camino, un camino que todos, de alguna manera, recorremos consciente o inconscientemente; pero lo hacemos…y es el viaje de conocernos a nosotros mismos, es ese sendero interminable de saber responder a la pregunta clave ¿quiénes somos?. Si decidimos ese recorrido consciente, nos damos cuenta que tenemos que sacar las respuestas desde lo más profundo de nuestro ser; y te das cuenta, que esas respuestas no se muestran fácilmente ante ti: tienes que enfrentarte a todos tus demonios para encontrarlas.
Me adentré de lleno en ese camino; y aunque sé que es un camino de vida, estoy sacando unas respuestas que me emocionan profundamente.
Al ir sacando cada una de esas respuestas, que son pequeñas porciones del todo que responde a esa “gran pregunta”, sin darme cuenta, iban presentándose frente a mí distintos desafíos, desafíos que a su vez, como cualquier desafío, llevaba aparejado una parte de reto y otra parte de aprendizaje, y, llegado a un punto, se transformaban en magia, esa magia que acompaña a los escasos momentos que tenemos en nuestra vida de ver con ojos de serenidad; como si en ese preciso momento pusieras en mute tu vida y ningún ruido (interno o externo) pudiera molestarte, simplemente ves la gran verdad, tu gran verdad delante de ti … se te muestra como algo tan evidente, que ni siquiera brota de ti ninguna pregunta, sencillamente, ves, sabes y sientes en todo tu ser, que es el momento de devolver los regalos.
Cuando estamos entrenados a vivir la vida corriendo, ni nos planteamos si nos gusta vivir así, si hay otra opción, de plantearnos siquiera algo tan simple como si nos gusta o no, o quizás, sí aunque de alguna manera “nos guste” simplemente la vivimos así porque es lo único que conocemos, lo que nos han enseñado, donde nos sentimos seguros, donde, de alguna manera, sabemos lo que puede pasar, qué debemos decir, qué debemos hacer o cómo tenemos que reaccionar frente a cada una de las posibles situaciones que se nos puedan presentar, porque estamos continuamente preparándonos para ello...sí, querido lector, amig@, compañer@ de camino; tú también te has estado entrenando para cualquier posible situación que te pueda traer la vida; porque hay ciertas cosas que son esperadas, bastante posibles y simplemente hablamos de ellas con nuestros amigos en esas quedadas para cervezas, cafés, vino, … según lo que se tenga en la mesa, los entrenamientos o reflexiones serán más profundas o menos … pero en esos momentos una y otra vez, estamos enfrentándonos a diferentes situaciones o supuestos mediante vivencias que les han pasado a tu amigo, familiar, pareja, compañero de trabajo o incluso a ti mismo y junt@s, en esa conversación, planteáis las diferentes alternativas y analizáis con detalle cada una de ellas, y desgranáis hasta el final cada una de ellas.
Por lo que realmente, ni nos llegamos a plantear si nuestra vida tiene que ser así, y más allá de eso… si nos gustamos a nosotros mismos en esa vida, aunque en algunos momentos lleguemos a sentir algo de incomodidad.
Eso era precisamente lo que me estaba pasando a mí; hasta que llegó un momento que esa incomodidad era más grande que la comodidad que suponía quedarme en lo conocido, en lo familiar. Así que llegó un día, que marcó la diferencia y ese día fue, cuando en mi tercer embarazo, fui a la ecografía de la semana 20 y vi por primera vez la cara de mi bebé. Ví perfectamente y sin necesidad de explicaciones, la cara de mi niña … fue en ese momento, cuando tuve claro que tenía que tomar las riendas de mi vida y traspasar el miedo.
Poco a poco empecé a identificar automatismos que tenía integrados y fui analizando cada uno de ellos individualmente, valorando si querían que me acompañasen en mi futuro o no; y así, fue como me di cuenta de todas las cosas que había cogido a la largo de mi vida y había integrado como propias, sin plantearme siquiera si me sumaban, si me aportaban algo bueno o simplemente si las había pedido.
Es como los regalos que nos van haciendo a lo largo de nuestra vida; en nuestros cumpleaños, reyes, aniversarios, … y en muchas ocasiones, por el hecho de que son “regalos”, ni nos planteamos si nos gustan, ni siquiera, en muchos de los casos, nos damos permiso para decirlo; quizás por estima o respeto a la persona que nos lo ha regalado, y, no nos damos cuenta que poco a poco vamos incorporando a nuestras vidas, física y emocionalmente “cosas” que ni nos gustan, ni nos suman; pero que nos van pesando y marcando nuestras vidas a cada paso. Fue así, como finalmente, “me dí permiso” para devolver esos regalos.
Ese es el camino que estoy recorriendo y quiero compartir contigo.
Cada vez que me deshago de uno de esos regalos me voy sintiendo más en conexión conmigo misma, más ligera, más libre … reconectando con mi YO, teniendo respuestas más claras a la “gran pregunta” … ¿quién eres?
Y a vosotros, ¿qué regalos os han hecho?¿cuál devolveríais hoy mismo?